Pobladores del barrio Santa Marta observan el paso de la caravana militar de la Fuerza de Tarea Conjunta, que realiza un patrullaje. Fotos: EL COMERCIO.Fernando Medina. Redactor (I)
El dedo siempre debe estar cerca del gatillo del fusil. Esa es la consigna que tienen los militares cuando ingresan a los barrios más peligrosos de Esmeraldas. Los uniformados saben que esos sitios se han convertido en los territorios de las mafias y de las bandas criminales más poderosas del Ecuador.
Por eso, sus movimientos son coordinados y rápidos para reaccionar frente a cualquier ataque armado. Todo empieza al caer la noche. A las 19:00, en una unidad militar del sur de la ciudad, los uniformados se preparan.
Se colocan un pesado chaleco antibalas y en los compartimentos colocan cuatro alimentadoras con municiones. Cada uno porta al menos 60 cartuchos. Eso hace que cada militar lleve en su pecho por lo menos unas 40 libras de peso. A esas se suman cuatro libras más que deben llevar en su cabeza todo el tiempo, pues ese es el peso de un casco keblar, de un material muy resistente y capaz de desviar un disparo a larga distancia.